Las palabras se extinguen, ¿no es eso?,
si las toco se marchitan.
Si acaricio al poema
con uno solo de mis dedos
se convertirá en polvo,
¿pero no es eso la poesía?
lo decadente, lo fugaz, las cenizas
de los espíritus que atormentan.
O quizás soy yo,
yo la que marchita,
yo la que retuerce,
amarra
y desgasta palabras
hasta que ya no dicen nada.
Yo, la que las deja sin esencia,
palabras sin fondo,
palabras sin misión.
Asesino palabras.
Es como culpar a un árbol
de echar raíces
o a un cristal de cortar.
Y a media noche
se desgarra esa parte
no humana de mí
y dejo la ciudad plagada
de cadáveres andantes,
de palabras inconexas
incapaz de encontrar jamás
su significado.
Un cortocircuito
entre mente y cuerpo
me devora.
No tengo rimas.
Soy poema inacabado,
en pausa, sin ritmo, sin magia.
Todas las horas
se solapan en mi interior,
soy un eclipse de las que fui.
Soy cenizas.
Soy una de mis palabras,
soy recipiente vacío.
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