Grito en nombre de cada segundo en el que tu voz silencio a la mía. Vi que el amor no era amor cuando me descubrí sumisa mirándote como un suicida a una cuerda, como una creyente al descubrir que Dios no existe. Jamás te olvides de las veces que quemé mi nombre por ti, que derramé lágrimas de sangre cada luna a tu lado, de cuando vi ahogarse en las lagunas de mi mente a los míos mientras era tu salvavidas. Repetí tantas veces lo siento que me cosí la boca para silenciar mi plegaria. Tus arañazos dibujan un eco en mis manos. Jamás vuelvas a romperme las muñecas para enseñarme los clavos que yo misma acepté si eran tuyos. Y alguna vez, hecha un ovillo en tu impasividad, repetí como una nana que tú eras mi espejo, tu corazón el mío. Pero no. Yo juego a ser cuchillo y hago herida, pero siempre en mi propia carne, no en la que me ofrecieron otros con ternura. Ahora con los pedazos de aquel espejo apuñalo cada palabra que decías en mi contra. Nunca es tarde para arropar con delic...
Abrirme las entrañas y vomitar lo que hay en ellas: eso es escribir para mí. Las palabras se dibujan en esta tierra esparcida de la que nacen mis sentimientos; a veces árida, a veces húmeda. Camina de puntillas por ella y cierra con delicadeza al marcharte, cuidado con los cristales.