Hace mil años batallé con bestias enormes y rabia destilada disolviéndose cada noche entre mis párpados. Caminé, trepé, gateé, siendo extranjera de mi propia piel, vislumbré y creé las formas del agua e intenté alcanzar el soplo de las nubes. Siempre buscando formas complejas, destellos, explosiones. Así atrapé un pétalo por cada rostro soñando, rezando para que se quedaran. Habitar ente ausencias siempre fue mi hogar. Dime que recuerdas, dime que tú también me recuerdas.
Abrirme las entrañas y vomitar lo que hay en ellas: eso es escribir para mí. Las palabras se dibujan en esta tierra esparcida de la que nacen mis sentimientos; a veces árida, a veces húmeda. Camina de puntillas por ella y cierra con delicadeza al marcharte, cuidado con los cristales.