Le creció una caléndula en el pecho y diminutos fragmentos de vidas pasadas hacen mella en el cielo. La pequeña riega de las raíces de su costado a la luna. Pidiendo, rogando, suplicando, una estrella. En sus manos de tiza, en su boca cosida, la cesta de manzanas se cae. Los cimientos antes levantados, ahora llenos de polvo gris. Todo vuelve a lo que era, menos ella, esperando entre las velas consumidas.
Abrirme las entrañas y vomitar lo que hay en ellas: eso es escribir para mí. Las palabras se dibujan en esta tierra esparcida de la que nacen mis sentimientos; a veces árida, a veces húmeda. Camina de puntillas por ella y cierra con delicadeza al marcharte, cuidado con los cristales.