Tú, niña reloj de arena que se rompe y araña al mundo. Tú, estatua de sal. Tú, con tus diecisiete años que miras y no ves nada, que respiras y absorbes toda la tristeza. Tú, pequeña muñeca de muñecas rotas, que en ti hay saliva que escuece como ácido en los ojos y no te deja llover sobre heridas. Tú, pequeña mártir, que lo escondes como un secreto sádico que siempre acecha en la punta de tu lengua, como serpiente sigilosa capaz de morder y envenenarte. Y qué dolor, qué herida, qué sangre. Tú, que tienes vida pero lo desconoces, no sabes, no ves. Tú, niña ciega del corazón y sorda de alegría, que caminas en el pasado con la verdad oculta de que nunca hallarás un futuro. Y te escondes entre los escombros, jugueteas con la noche donde esparces tu sangre entre los acantilados y bailas sinuosa entre fantasmas. Mírate; qué destrozo, qué delirio, qué rota. Tú, que aullaste en silencio a la cordura, que te revolcaste desnuda sobre mil y una garras de la noche, que paseaste a punta de nav...
Abrirme las entrañas y vomitar lo que hay en ellas: eso es escribir para mí. Las palabras se dibujan en esta tierra esparcida de la que nacen mis sentimientos; a veces árida, a veces húmeda. Camina de puntillas por ella y cierra con delicadeza al marcharte, cuidado con los cristales.