Ella vuelve a venerar a la luna, reza a oscuras a un dios en el que no cree, desentierra gritos rotos de su garganta. Ella implora por calma, teje tempestades con sus ojos, aletean mariposas de sus pestañas que dejan un olor a tragedia por cada poro de su piel. Ella sueña con el mar porque sabe que es él y a la vez nunca será como él. Ella se esconde en su silencio, se enmudece en su llanto, corretea con sigilo persiguiendo a la nostalgia de un pasado que no supo cuidar. Y los días pasan, pero siempre es el mismo. Y lo sabe, pero calla. Ella tiene la verdad, pero su idioma es la noche y nadie entiende. Y se abandona a sí misma y cuando vuelve ella no está. Y alimenta a su corazón con verdades que no existen y palabras inventadas y corazones llenos de ira. Ella venera a la tragedia, respira el dolor de otros y traga. Y viene y se mira con un sigilo que la hace temblar, pero no se mueve. Ella, fija en sus raíces que hace tiempo arrancaron y el culpable no da la cara, porque solo...
Abrirme las entrañas y vomitar lo que hay en ellas: eso es escribir para mí. Las palabras se dibujan en esta tierra esparcida de la que nacen mis sentimientos; a veces árida, a veces húmeda. Camina de puntillas por ella y cierra con delicadeza al marcharte, cuidado con los cristales.