Entre el abismo del recuerdo y el deseo, ahí juego en la penumbra a ser quien no debo, a ser quien yo quiero. El cielo a mis espaldas pesa y el viento sopla hasta ahogarme el corazón. Ya no queda tiempo. A lo lejos, un desierto de arena Que cae y cae hasta recordarme Que las manecillas están aunque no las vea. Corre y corre la niña de papel, pensando que algún día volará lejos Pero insiste en aferrarse al plomo en sus zapatos Como si alguna vez eso la hubiera ayudado. Se corta los pies y vuela vuela y vuela, Pero cuando abre el corazón sus pies aún le pesan y la maleta aún está llena.
Abrirme las entrañas y vomitar lo que hay en ellas: eso es escribir para mí. Las palabras se dibujan en esta tierra esparcida de la que nacen mis sentimientos; a veces árida, a veces húmeda. Camina de puntillas por ella y cierra con delicadeza al marcharte, cuidado con los cristales.