En esta sala interrogo a los pequeños seres que viven dentro de mí, a mis sentimientos. Solo me miran y vomitan, vomitan hasta que de ellos ya no hay nada y toda yo está vacía. No soy nada. Y me doy cuenta en ese momento, que mi vida nunca será solo mía, solo un pequeño pedazo para hacerme partícipe de esta pequeña comedia que se traza cada día con mil faltas de ortografía y que su imposible corrección me mantiene despierta por las noches. Mi vida eran mil vidas más atadas a un fino hilo de mí. Mi caída implicaba un empujón en la del resto, mi guerra invocaba a otras guerras. Nunca sería completamente mía. Mis lágrimas migran hasta la punta de mis pies, donde mi cuerpo besa la derrota. Un banco de peces bucea en mi corazón sin fondo. La habitación palpita al compás que mis pensamientos. La melodía de mi alma se ensombrece y todo se convierte en un baile de máscaras en el que mis lágrimas no se ven y todo son caras sin rostro, pero ellos parecen saber quién soy. Yo no sé qu...
Abrirme las entrañas y vomitar lo que hay en ellas: eso es escribir para mí. Las palabras se dibujan en esta tierra esparcida de la que nacen mis sentimientos; a veces árida, a veces húmeda. Camina de puntillas por ella y cierra con delicadeza al marcharte, cuidado con los cristales.