Me pasé la vida huyendo de espejos y miradas, perdiendo la vida en cada verso, palabra o reflejo donde alguien siquiera entretejiera mi nombre. Ahí, cómodamente en la penumbra, se alimentaba un vacío casi tan grande como yo misma donde un día, sin aviso, solo quedó de mí una sombra Aún con todo, la vida a menudo me recordaba que yo siempre jugaba con el corazón mientras que el resto solo apostaba monedas. Pero esto no se trataba de un juego de azar y yo sabía (y sé) que quiero todo o nada.
Abrirme las entrañas y vomitar lo que hay en ellas: eso es escribir para mí. Las palabras se dibujan en esta tierra esparcida de la que nacen mis sentimientos; a veces árida, a veces húmeda. Camina de puntillas por ella y cierra con delicadeza al marcharte, cuidado con los cristales.