Escribes te amo en el secreto del espejo para cuando salga de la ducha leerlo en silencio. Porque amar es eso, no necesita de sonido. Sólo de miradas, de tacto, de hilos entrelazándose. Cierras los ojos frente a mí y la habitación se inunda de pensamientos. Oigo a tu cabeza revolotear por cada espacio del cuarto y todo en ella es música que quiero escuchar para siempre. Y escribo un te amo invisible con mis dedos en tu espalda. No lo lees, lo sientes. Y de nuevo, de eso se trata todo. Porque tus brazos son el hogar que esta nómada perdida buscaba desde que nació. Por fin se lo que es el calor de un alma que se acurruca junto a la mía cuando pierde su luz; se hablan en un dialecto secreto que solo nosotros dos entendemos, un código morse que nos une, nos funde, nos entrelaza. Y sin conocerte siempre estuviste conmigo. Y sin conocerme siempre estuve contigo. En lo más hondo del corazón, del océano, de las mareas, tú ya estabas ahí, como la ciudad perdida esperando ser de...
Abrirme las entrañas y vomitar lo que hay en ellas: eso es escribir para mí. Las palabras se dibujan en esta tierra esparcida de la que nacen mis sentimientos; a veces árida, a veces húmeda. Camina de puntillas por ella y cierra con delicadeza al marcharte, cuidado con los cristales.