Quizás mi cuerpo fue construido como refugio. Quizás las grietas de mis labios se trazaron para abrir camino a los viajeros cansados. Quizás mi piel era el fuego que necesitaban en las noches de tormenta (en sus corazones) o puede que mis manos esculpieran sus mitos y leyendas sobre mí. Quizás alguna vez me paseé en sus sueños, con el corazón en una mano y sus pieles en la otra, como si mi nombre se transformara en un secreto inconfesable y allí vistiera con la verdad que solo ellos conocen. Quizás alguna vez fui un fuego inapagable, un pensamiento irrompible, un suspiro contenido. Quizás y solo quizás fui musa y no solo poeta.
Abrirme las entrañas y vomitar lo que hay en ellas: eso es escribir para mí. Las palabras se dibujan en esta tierra esparcida de la que nacen mis sentimientos; a veces árida, a veces húmeda. Camina de puntillas por ella y cierra con delicadeza al marcharte, cuidado con los cristales.