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Humo de rosas

Y de nuevo, el viento quema y mis pulmones arden.
Mis manos son humo que envenenan los cuerpos de gente amada y corazones donde soy extranjera.

Trepan por mi columna vertebral pequeñas nostalgias,
se agarran a los engranajes de mi cuerpo.
Sentirse otra en otros brazos
y creerse mil animales diferentes
en cada cuerpo con el que me rozo.
Un cordero, un tigre, un gato, un lobo.

Pequeños trozos de mí precipitan
en las lágrimas de rostros que jamás conoceré.
Siluetas que mi voz conoce,
pero mis ojos no,
mi alma no,
que mis manos saben, trazan, dibujan, envuelven,
pero también quiebran
y mis pies pisan.

Y entonces mis brazos
envuelven a personas que ya
no son personas,
solo figuras,
ideas,
constelaciones iluminadas por
recuerdos muertos.

Consumo el tiempo como cigarros
cuyo humo empapa de nostalgia
las habitaciones,
las calles,
los portales,
los besos que di y los que no pude,
las prisas, los desórdenes, la vida bocabajo.

Mis sombras corretean en círculos
en esta pequeña habitación secreta,
solo iluminada por pensamientos
que vuelan dibujando un universo
que explota cada vez que cierro los ojos
y, durante un segundo, dejo de existir.

Con pequeños suspiros
escribo en cada objeto que encuentro
que se debe tener
la paciencia de un árbol
que cuenta con la certeza de que
la primavera volverá de nuevo.
Y lo hará.

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