Hay algo vacío y doloroso en el silencio, un murmuro ausente, una verdad callada, una telaraña atrapando las motas de polvo que observan mis ojos cansados, un cantar desafinado de aves.
Hay algo pesado en el silencio, millones de cuerdas atadas a mí convirtiéndome en barco hundido, en naufragio y en mar. Hay algo cansado, una derrota. Una espera que nunca termina, la manecilla del reloj devorando a la pequeña, los segundos muriéndose ahogados en el silencio, las horas borrosas e indistinguibles, el dolor mudo, los chillidos sordos, cuchillos volando.
Hay algo doloroso en el silencio. Un baile de agujas precipita sobre mi pecho, unas manos se convierten en garras, una niña se convierte en puñal, un suspiro se transforma en viento, la caída de un bloque hunde una ciudad y un manto de silencio arropa la ciudad callada.
Un estruendo sordo se escucha en medio de la ciudad, la niña triste solloza en silencio, atada de corazón y alma, silenciada una vez más por el mar.
Se agita con el viento en cualquier estación del año, se quedó estancada esperando el fin del invierno.
La niña se remueve, araña, cava dentro de ella misma, intenta huir, intenta tatuarse con las manos una señal de auxilio.
Una lluvia de sangre cae sobre su ciudad en ruinas, un grito en el silencio de la ciudad abandonada donde la dejaron hace años.
Nadie escucha nada, nadie entiende nada.
Hay algo pesado en el silencio, millones de cuerdas atadas a mí convirtiéndome en barco hundido, en naufragio y en mar. Hay algo cansado, una derrota. Una espera que nunca termina, la manecilla del reloj devorando a la pequeña, los segundos muriéndose ahogados en el silencio, las horas borrosas e indistinguibles, el dolor mudo, los chillidos sordos, cuchillos volando.
Hay algo doloroso en el silencio. Un baile de agujas precipita sobre mi pecho, unas manos se convierten en garras, una niña se convierte en puñal, un suspiro se transforma en viento, la caída de un bloque hunde una ciudad y un manto de silencio arropa la ciudad callada.
Un estruendo sordo se escucha en medio de la ciudad, la niña triste solloza en silencio, atada de corazón y alma, silenciada una vez más por el mar.
Se agita con el viento en cualquier estación del año, se quedó estancada esperando el fin del invierno.
La niña se remueve, araña, cava dentro de ella misma, intenta huir, intenta tatuarse con las manos una señal de auxilio.
Una lluvia de sangre cae sobre su ciudad en ruinas, un grito en el silencio de la ciudad abandonada donde la dejaron hace años.
Nadie escucha nada, nadie entiende nada.
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