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la ausencia de vacío

Me dijo que estábamos solos y se refería a solos de que no había nadie en ese momento físicamente, pero de mi cabeza no salió la idea del estamos solos. Sí, lo estamos. Quise creer durante un tiempo que no, que la soledad solo era un grito distante que el mundo ignora, que este vacío que intentamos completar no es más que el dolor de alguien pasado y no el dolor de no querernos. 

Quise mirarle a los ojos y decirle que no era así, que yo lo tenía a él y él a mí, pero sabía que no debía mentir, que si él se marchaba continuaría igual de incompleta que cuando estaba, que aunque hubiera mil personas en la habitación, seguirían sin ocupar ni un hueco en mi corazón. Quise decirle que nos han quitado la alegría, nos han quitado los detalles, la risa, el color, el amor; que hemos perdido la ilusión de las primeras cosas, de ver amanecer, del café, de un libro. Que la gente ya no se besa como antes, que no hay amor en sus labios. Ni en sus manos. Ni en sus palabras. Ni en sus ojos. Tampoco lo había en él.

Quise decirle que le quería más que a mí y que eso no debía ser, que él me amaba a medias y yo lo amaba a todas. A todas horas. A todos los dolores. Que quererle era dejar de quererme, que quererle era perderme. Que eso no era amor, que era necesidad y que me estaba ahogando. Me estaba ahogando en él, en mí, en todos. No podía respirar. Cómo no podía respirar si estábamos solos. Lo estábamos, él lo dijo y yo lo vi. Estábamos tan solos que el vacío pesaba. Que las horas caían sobre mí. Que todas las palabras que quería decir hacían cola para quedar atropelladas por mi silencio. Que dolía. Quererle dolía. Sentirme sola con él dolía. Irme dolía. Moverme dolía. Todo dolía. Que no sabía como parar el dolor, cómo frenar la muerte de la mentira, como salvarme. 

Quería decirle que quería salir corriendo, que cada vez que hablaba solo escuchaba el sonido de una bala que apuntaba una y otra vez hacia mí. Que no estábamos solos, que yo estaba sola porque no me tenía ahí conmigo y que tampoco lo tenía a él. Que los centímetros que nos separaban eran kilómetros y que no le entendía, que solo quería que me entendiera, que solo quería que me quisiera. Y entonces se  fue. Y me dije que estaba sola. Y el dolor estalló. Y lo comprendí todo. 

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