Me he despertado con la mano en el pecho, comprobando que seguía sin corazón. He pisado algunas lágrimas secas antes de poder arreglarme las mentiras y desenredarme los desastres. He desayunado algo que alguien dejó antes de marcharse para siempre.
Iba a coger el tren con la esperanza de no perderlo, pero de nuevo se me ha escapado y he tenido que ir arrastras. He visto fantasmas en caras ajenas y me he preguntado si para ellos también seré el recuerdo de un dolor sin cicatrizar. He ido al médico y cuando me ha preguntado qué me dolía, me he llevado las manos al corazón. Se pensaba que me refería a la tos y me ha recetado algo que nunca compraré.
He visto la tele sin verla y he dejado que las manecillas del reloj ganaran la carrera y me consumieran. He mirado el móvil durante todo el día esperando encontrarme con un mensaje que no llegará y me he peleado de nuevo conmigo misma para hacerme ver que no llevo razón. He vuelto a ganar.
Nací muerta pero viva y aún hoy sigo intentando resolver el puzzle de mi autopsia para saber de qué vivo. Me alimento del dolor. Por mi risa aún parece que me queda algo de vida que extirpar en mí. Pienso, pero no quiero existir. Soy un futuro crimen que nadie sabe que cometerá y sus huellas están por toda la escena del asesinato: mi corazón. Mi cuerpo pide a gritos que le quieran en silencio y en mí solo queda el rastro de los mil dolores provocados. Es entonces cuando me doy cuenta de que el dolor ni se crea ni se destruye, solo se transforma.
-Trece.
Comentarios
Publicar un comentario